Continuamos con nuestras crónicas de fin de semana. Este, para no variar, teníamos de nuevo invitados a cenar y poco tiempo para preparar la cena, así que bajamos al siempre socorrido mercado de la Prospe y le pedimos al pescadero que nos partiese un salmón de forma que resultasen seis lomos (en vez de las incómodas rodajas).
Es curiosa la democratización de este pescado desde la llegada de las piscifactorías pasando de ser un artículo de lujo (lo sigue siendo en su variedad salvaje, y sino que se lo digan a los privilegiados que pueden acceder a alguno de los sublimes paisanos del Campanu) que apenas sabíamos cocinar, de aquí el nombre de la receta aprendida en mis años vividos en tierras cántabras
Una vez en casa, pensando que poner de guarnición, se me ocurrió aprovechar unos nidos de pasta con espinacas que había comprado en la (publicitada por Pisto) feria de alimentos europeos de ECI. Así que procedí a hervir la pasta en el fumet resultante de cocer durante 20 minutos las raspas, pieles y recortes del salmón y saltearla con unos trozos de tomate concassé (Tomate pelado y despepitado) que había pasado unos minutos por la sartén.
Con la guarnición resuelta, y a la vez que se iban haciendo los nidos, me dispuse a preparar el salmón disponiéndo los lomos sobre la bandeja del horno y cubriéndolos con pimienta, ajo picado, eneldo, pan rallado y unas quenelles de mantequilla. Cuando llegaron los invitados metí la fuente en el horno a 200º y en 10-15 minutos, dependiendo del grosor del salmón y del horno, estuvo listo para servir sobre la pasta.
Mientras yo andaba atareado con el plato principal, B se entretuvo siguiendo una receta de guacamole obtenida en el chat del siempre ocurrente Abraham García que no me resisto a citar:
con afilada destreza pique una cebolleta y un diente de ajo y unas ramitas de cilantro. Extraiga la pulpa de dos hermosos aguacates en su punto justo de maduración, es decir, ni duro ni blando. Triture ésta con un tenedor, agréguele la cebolleta, el ajo, el cilantro, la pulpa de un tomate rayado o picadito, un generoso chorro de aceite, el zumo de un limoncillo verde, la necesaria sal y ándele, ándele
Que sirvió como aperitivo acompañado de unos crujientes nachos (Nuestros Doritos de toda la vida).
Para beber un resultón aunque tampoco destacable Aurel, un blanco multivarietal del Ródano.
Nopisto