Hay cosas que de puro simples nos parecen tan obvias que nunca habíamos parado en la cuenta de contarlas y dejarlas por aquí escritas para la posteridad. Por eso, ayer mientras asábamos un lechazo en horno caí en la cuenta de que nunca habíamos publicado la receta, así que aquí la tenéis tal y como nos la pasó nuestro amigo sipisto, transcrita de su puño y letra:
Se pilla un cuarto de cordero lechal -Ojo, aquí la materia prima es fundamental, no os la juguéis con otro tipo de corderos- Armado con una brocha, se le da aceite por todas partes de forma que no quede esquina sin aceite. Después, se le da sal por todas partes de forma que no quede esquina sin sal. Generosidad con ambos. El horno lo habremos puesto a 150-170º antes de empezar el proceso. Se coge una fuente profunda –yo lo hago en una de éstas de pírex–, se coloca el cordero con la piel hacia arriba en ella y se le echa un vaso y medio de agua en el fondo. Una hora por ese lado, decidimos si echar un poco más de agua, otra hora por el otro, y tras las dos horas, subimos el horno a 250º con ventilador y lo tenemos unos 15′ por cada lado, rociando la piel con la salsita en el último giro. Si habéis seguido las instrucciones, acabaréis en el último tramo con la piel hacia arriba y oiréis un glorioso crick-crick al final del proceso que nos indicará que la piel ha quedado tostadita.
Los puristas, se lo tomarán tal cual. Los no tan puristas, deshojarán algo de tomillo inmediatamente antes de servirlo.
Y ya está, así de fácil y así de rico.
Nopisto
Delicioso y exquisito bocado.
Gracias por la receta.