La auténtica desfachatez

No es la primera vez que nos preguntamos en el blog aquello tan filosófico de «¿hacia donde va la restauración?». Y tampoco es la primera vez que llegamos a la conclusión de que la hostelería está en manos de los proveedores de productos industrializados (vieiras, pichón, carrillera, etc.) que les dan continuidad en un producto a lo largo de la temporada y que redunda en la homogeneidad de los ingredientes en los restaurantes de todo el país.

Y, la verdad, lo de ponerse en manos de la industria alimentaria es para poner los pelos de punta. Visitando uno de los blogs de nuestro linkblog me asalta un banner en el que se nos anuncia sin rubor un producto industrial con el eslogan «Las Auténticas Anguriñas». De Pescanova, por si no lo sabían.

¿Tan tontos se creen que somos? Porque esas Anguriñas no son más que una imitación de las archifamosas Gulas, que no son otra cosa que un sucedáneo de las escasísimas angulas, un producto que destaca por su escaso sabor, motivo por el que hay que cocinarlas en aceite con ajo y guindilla. Lo cual nos lleva a la conclusión de que las Anguriñas no son otra cosa que una imitación de un sucedáneo de un producto insípido. La auténtica desfachatez.

pisto

10 comentarios

  1. La respuesta para mí es que la textura sí era diferente pero el sabor era el del buen ajo de Las Pedroñeras y la guindilla correspondiente.

    Recuerdo haberlas comido a cucharadas de pequeñito en navidades(tenía un familiar pescadero) y no prestarles especial atención. Vamos, que prefería los caracoles que hacía mi tía con su jamoncito y chorizo.

    Personalmente pienso que es el acompañamiento perfecto para la merluza, si hay algún producto que no les va a quitar protagonismo, sin duda es éste.

  2. ose

    Desde luego, falta ética y moral comercial. Un fabricante no se levanta por la mañana y le da por idear tortilla en polvo, así porque sí. El intermediario ávido de buscar nuevos productos para ganar dinerete, ni se lo piensa. El proveedor ve que si no tiene ese sobre de tortilla en su cartera de productos, puede quedarse atrás. El propietario del restaurante ve que sus beneficios incrementan pues a la larga puede incluso prescindir de algún trabajador. El comerciante está loco por colocar en sus estantes un snobismo que le hará dormir tranquilo pues creerá que atraerá a cierto público. Y el consumidor final, va y lo compra o lo toma en un restaurante sin rechistar, y además repite. Claro, el comerciante o restaurador vuelve a pedir, el proveedor cree que ha llegado la panacea, el intermediario acumula grandes cantidades para el fabricante, y por supuesto, el fabricante viendo que es un chollo, crea otra alternativa,¡¡¡ Y AHORA CON PIMIENTOS VERDES !!!
    ¿ Quién en esta cadena, es mas culpable ?

  3. JOSÉ

    Pues, la verdad, es que las angulas saben a lo que les eches. Cuando se podían comprar, antes de los japoneses, los constructores del pelotazo y otros parecidos, yo las hacía en ensalada. Es decír, en un bol de cristal, restregaba medio ajo por todo su interior, ponía una imprudente cantidad de angulas, un poco de cebolleta fesca muy finamente cortada, un chorrito de aceite oliva virgen, una copita de vodka y unas vueltas pimienta del molino,lo revolvía y terminaba el plato con una cucharadita de caviar por plato. Estaba muy rico, claro que, ahora, esa ensalada ha quedado desterrada a los terrenos de la memoria histórica. Ya no se pueden comprar ni angulas ni caviar.

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