En el mundo tiene que haber de todo. En las ciudades costeras disponen (generalmente) de unas lonjas maravillosas, las zonas rurales tienen mercados artesanos o de verduras procedentes de las huertas y terrenos vecinos. En Madrid no hay nada de eso, pero por contra hay algunos mercados excelsos y entre estos destaca el Mercado de Chamartín, un mercado boutique de clase alta a precios acordes con la zona en la que se encuentra y los productos que en él se venden, más parecidos a los del Club del Gourmet que a los de La Boquería.
Al ver sus puertas uno no se imagina todo lo que estas esconden detrás; dos plantas repletas de mostradores que recuerdan más a las estilizadas vitrinas de una butique que a lo que se supone que son los puestos de un mercado.
El auténtico rey del mercado es Ernesto Prieto que no sé si será el mejor pescadero de Madrid pero que desde luego es el más frecuentado. Tiempo atrás, decir que un lenguado venía de Ernesto Prieto causaba la admiración general y muchos restaurantes hacían gala de ello en sus cartas. Sus distintos puestos siempre están abarrotados por deslumbradas caras que aguantan pacientemente a que les llegue el turno para acceder a algunas de sus preciadas joyas. Inmensos rodaballos, merluzas prehistóricas, rojísimos atunes e infinidad de pequeños pescaditos son despiezados con afilada destreza por un ejército de pescaderos que piropean a las señoras mientras degüellan un cabracho y controlan todo lo que se mueve alrededor.
El verdadero espectáculo es madrugar un día y desayunar enfrente observando a la plana mayor de los cocineros madrileños acudiendo a sus puestos para llevarse pescados recién llegados de las más diversas costas, a las que muchos de ellos sorprendentemente vuelven para ser vendidos en el mismo día. Cosas de la globalización.
Y si el pescado tiene un nombre, la carne tiene dos. Cesáreo Gómez es el carnicero de toda la vida del mercado, siempre ha tenido los mejores chuletones, las piezas más selectas y buscadas de los escasos cerdos ibéricos amén de tiernísimos infantes de cordero. Todo esto era así hasta que llegó Raza Nostra, la carnicería que ha revolucionado el mercado con su estética y filosofía y de la que ya han hablado maravillas otros compañeros blogueros.
Continuará…
Nopisto
Tienes razón, madrugando (entre 7 y 9 de la mañana) es es la mejor forma de disfrutar de un mercado afamado. La mercancía es la mejor y a esa hora es cuando los profesionales (a ambos lados del mostrador) se esfuerzan en serlo. Después cambia el panorama.
He paseado por alli un par de veces, solo por el capricho de «ver lo que tienen».
Eso si, reconozco un tema preocupante cuando menos y que es totalmente comun a la mayoria de mis coetaneos.Ni compramos ni sabemos hacerlo en mercados.Estamos tan acostumbrados a pasar por el super/hiper mercado, recogiendo asepticas bandejas de a kilo de…lo que sea.Lo de pedir «cuarto y mitad» no es ya muy frecuente.De hecho, te plantas delante de una carniceria y el no ver los filetes cortados ya te plantea dudas «Y cuales son para freir?Eso que pone falda?O sera cadera?El lomo tienen buena pinta…»Asi he visto a mas de uno…
Soy Ernesto. Si vuelves a insinuar que mis merluzas no están frescas («merluzas PREHISTÓRICAS» dice el tío) te saco las agallas con el mango del santoku, cretino!
:-)))))
Tu si que estás poco fresco esta mañana. Vaya horas de aparecer por este mercado que tienes.
Sabría alguien decirme quién construyó el mercado en 1962 y cómo ha afectado a los comerciantes y usuarios después de la reforma del 2007.