Siempre me ha atraído Burdeos. No tanto la ciudad (que es agradable) como el mercado que en sus muelles se concentra y que simboliza quizá la máxima sofisticación en el comercio vinícola, algo que ya hemos explicado en el pasado.
Pero el Garona y el Dordogna bajan revueltos en 2010 y empieza a haber marejada en el estuario del Gironda, una marejada que amenaza a todo el sistema. Y no se trata de que 2009 haya sido una mala añada ya que ha sido todo lo contrario: «First, and most importantly, for some Médocs and Graves, 2009 may turn out to be the finest vintage I have tasted in 32 years of covering Bordeaux» (Robert Parker, TWA nº 188).
No, no es por la calidad. Es porque 2009 parece haber llevado al punto de no retorno una política de precios que definitivamente confirma que los grandes Burdeos no serán nunca más productos agroalimentarios sino meros artículos de lujo y colección.
La evolución de los precios
Para sintetizarlo, los grandes vinos de la añada 2009 han salido al mercado con subidas importantes de precios, en algunos casos de más del doble… de unos precios ya estratosféricamente altos. Si una caja de 12 botellas de Chateau Latour de la añada 2005 costaba la friolera de 4500 libras esterlinas en Londres allá por 2006, hoy una caja con el mismo número de botellas de la añada 2009 se ofrece por la friolera de 12000 libras (ver Liv-Ex para tener más información) . Eso son unos 1100 euros por una botella de vino que aún está en barrica. A lo largo del escalafón, hay para todos los gustos, desde bodegas que han sido más humildes y han mantenido un esquema similar al 2005 y los que quieren mantenerse a la distancia justa de los más afamados (el ego importa) y han aplicado subidas porcentuales similares a los de los 9 grandes (Latour, Lafite, Mouton, Margaux, Haut Brion, Ausone, Petrus, Cheval Blanc, d’Yquem), casos de Cos d’Estournel o Angelus, entre otros.
En un mundo en libre mercado, no hay mucho que oponer, ya que si hay un cliente que está dispuesto a pagar 1000 euros por una botella de vino, habrá alguien dispuesto a comprar esa botella a 900 y vendérsela a 1000. Ese arbitraje es el que lleva a que los mercados se equilibren. No hay nada que objetar al respecto. Si hay una demanda para 200.000 botellas de Chateau Lafite Rothschild a 1000 euros, lo lógico es venderlo a 1000 euros y los Chateaux se deben a sus accionistas.
Los nuevos mercados
En los últimos años, la place de Bordeaux ha visto cómo la aparición de nuevos mercados con un número elevado de grandes fortunas (Rusia, China, India, entre otros), se han incorporado a la demanda del vino de calidad y el epítome de ese vino de calidad con gran historia y refinamiento es precisamente Burdeos. Como es frecuente en ese tipo de situaciones, los vinos no son comprados sólo por la calidad intrínseca del producto, sino como símbolos de refinamiento y prosperidad. Es paradigmático el ejemplo de Lafite en China. Al parecer, una botella de Lafite fue incluida, a modo de product placement, en una serie de gran difusión en aquel país. Siendo el vino un producto prácticamente desconocido en aquél mercado, los pudientes pronto adoptaron la idea de que el Lafite era un vino que simbolizaba el éxito profesional (pues el vino siempre se mostraba como un componente básico en las comidas de negocios en dicha serie). Hoy, existe una gran demanda de Lafite en aquel país para lubricar las relaciones con la administración. Según dice Francois Mauss (el presidente y fundador del Grand Jury Europeen), no se trata de una demanda que distinga entre un grandioso Lafite 2000 y un lamentable Lafite 1993. Lo único que importa es que sea Lafite. El grupo al que pertenece Lafite se ha visto enfrente de una demanda inagotable de su primer vino, del segundo (Les Carruades de Lafite Rothschild) e incluso comienza a dejar bien claro en las etiquetas de Duhart-Milon o Clerc-Milon su pertenencia al grupo Lafite.
Detrás de Lafite van el resto de los 7 grandes, quienes han hecho grandes esfuerzos promocionales en estos países con demanda emergente. Algunos, como Chateau Margaux, han organizado eventos multitudinarios sobre la Gran Muralla China, con chefs de altísimo nivel y grandes botellas salidas directamente de las reservas de la bodega.
La legítima pretensión por parte de las bodegas de obtener el máximo retorno posible de su producción ha llevado, además, a una cierta manipulación del mercado. Las bodegas están apostando por restringir la oferta guardándose una proporción importante de la producción, dado que con los precios actuales, la sola venta del 5% de las botellas ya compensan los costes de producción. Se comienza ofreciendo una primera «tranche» (oferta con una cantidad) minúscula a un precio alto y el precio de la segunda depende que la primera sea comprada en treinta minutos o en dos horas. Los negociants no están siquiera ofreciendo esas minúsculas cantidades dado que saben que las siguientes «tranches» serán más caras, y deben ofrecer a sus clientes un precio promediado.
Si comparamos este procedimiento con el tradicional, en el que toda la producción se ponía en el mercado para lograr la financiación de la bodega, nos daremos cuenta de que las bodegas están más que satisfechas con la escalada de precios e incluso la persiguen.
La especulación financiera
La venta en primeur no es otra cosa que un contrato de derivados, en concreto una compra de futuros en el que la prima es el precio en el momento de la compra. Dado que el mercado del gran Burdeos tiene bastante liquidez, no es infrecuente que los precios de una botella o una caja de una determinada propiedad y cosecha fluctuen en el tiempo. Normalmente al alza, también puede ser a la baja. Si hiciéramos un análisis técnico veríamos que es posible obtener rendimientos comprando Burdeos en la primera tranche y vendiendo entre seis meses y un año después. Eso incluso comprando a un comerciante que nos cobre un nada despreciable 20% en la transacción.
Evidentemente, una vez que se estiman los posibles retornos financieros de la especulación en los primeurs…. el mercado se ha ido sofisticando y este año, por primera vez, hemos visto compras de vinos…. que aún no se habían puesto en el mercado. Como lo oyen. Hay quien ha comprado Lafite a un precio de, digamos, 10000 libras la caja antes de que el propio Chateau haya decidido ponerle un precio al vino. Lo grave no es que alguien lo haya comprado, es que alguien lo ha vendido, y desde luego no tenía el vino ni siquiera una confirmación de poder obtenerlo. Así que ambos casos son movimientos especulativos a corto plazo bastante arriesgados, porque el precio que finalmente decida el Chateau es el que decide quien gana y quien pierde en la transacción. Una transacción que, por supuesto, no atañe a personas que se vayan a beber el vino. Se trata sólo de la mera especulación financiera sobre un objeto que se considera valioso.
Las críticas
Las voces críticas no se han dejado esperar. El primero en la cola de las quejas ha sido el mismísimo Robert Parker, quien no hace mucho tiempo dejó clara su opinión sobre la codicia de los bordeleses. También los negociants, acostumbrados a manejar los hilos de la distribución (y a llevárselo crudo comprando en Burdeos a precios europeos y vendiendo en lejanos países a 5 veces el precio de compra sin gran aportación por su parte) o incluso los tradicionales comerciantes británicos, como Berry, Bros & Rudd o Farr Vintners, cuyo mercado de Burdeos es enorme y que fueron de los primeros en comprobar las oportunidades que había en China a través de sus sucursales en Hong Kong, antigua colonia británica.
En un excelente artículo de David Williams (A Month in the Circus) de esa extraordinaria y carísima revista que es The World of Fine Wine (nº 29, 2010, pp. 16-19), se cita a un responsable de Farr Vintners indicando unas ventas de Burdeos 2009 en primeur de la magnitud de 55 millones de libras.
Las consecuencias
El resultado de esta evolución de los mercados, además del lógico enriquecimiento de los accionistas de los Chateaux es bastante catastrófico: los mercados tradicionales para el Burdeos (pienso que España no lo ha sido nunca) no van a poder continuar comprando los vinos, que son demasiado caros no sólo al nivel más alto, sino también a los niveles intermedios. Los tiempos de comprar un Cos d’Estournel o un Leoville Barton a 40 (que ya es un dinerito), se han terminado. El comprador racional buscará otras procedencias para su bodega o su copa. Ojalá nunca necesiten los bordeleses volver a esos mercados, porque se van a encontrar que otros han ocupado su hueco y les hacen la competencia.
No parece muy inteligente desatender mercados donde los vinos han sido apreciados durante décadas, aunque no hay mucho que puedan hacer los Chateaux para evitar el arbitraje que lleva a que todas las botellas terminen llegando a donde más están dispuestos a pagar por ellas. Integrarse verticalmente hacia adelante, con sus propias importadoras en los países tradicionales sería una posibilidad, pero los bordeleses parecen más interesados en nadar en sus billetes como Tios Gilitos que en controlar los canales que, en su exhuberancia irracional, les llenan las arcas cada vez con billetes más grandes.
Al mismo tiempo, los grandes restaurantes del mundo difícilmente podrán incluir los grandes Burdeos en sus cartas de vino. Puede parecer poco importante pero, como indica Francois Mauss, no es un aspecto baladí. El adinerado chino, indio o ruso que viaja a París, Londres, Nueva York o Berlín quiere ver esos vinos que para él suponen el epítome de la clase, la elegancia, y la prosperidad en esos restaurantes.
Porque, al fin y al cabo, todo esta burbuja vinícola se sostiene sobre un único elemento: que estos vinos son productos realmente extraordinarios que merecen sus precios. El día que todos esos potenciales compradores de una botella de vino a 1000 euros se den cuenta de que esos grandes vinos no forman parte de la sofisticada restauración europea, una parte de su glamour se habrá perdido y quizá Burdeos tenga que afrontar tiempos más difíciles.
pisto
A ver qué se hace en estas tierras… O se ponen las pilas o en vez de intentar que el vino sea la bebida más preciada van a lograr que la cerveza ocupe su lugar….
Gran post.
Un saludo
Roberto
Una análisis muy acertada de alguien que conoce claramente el mercado de Burdeos. ¡Da gusto!
Tienes razón en que Burdeos está abandonando a sus clientes tradicionales para echarse en brazos de los billetes verdes de los bebedores de etiqueta que son los nuevos mercados chinos e indios dentro de poco.
Y es que a fin de cuenta, los grandes Châteaux de Burdeos están sencillamente abandonando el propio mercado del vino para entrar en el mercado del producto de lujo: a nadie le importa la precisión de una Rolex, sólo importa la marca como S.E.R. La calidad se convierte en consecuencia del precio, y no lo contrario.
Por supuesto, no se puede ser un objeto de lujo a 40 € o 200 €/botella porque nadie se arriesga a que cualquier hijo de obrero pueda lucir la misma botella. En esta dirección va la escalada de precios y, aunque está mal que lo diga, al final puede que el 2009 resulte barato porque está ascensión no tiene descenso.
Excelente artículo como siempre, Pisto.
Lo que está claro es que la codicia está en la naturaleza humana.
Codicia? No, simplemente ley de la oferta y de la demanda.
Un profesor universitario versado en economía nos diría, sin duda, que la codicia es el centro mismo de la ley de la oferta y la demanda 😉
No puedo estar de acuerdo Pisto.
Codicia, ambición, avaricia, perfeccionismo, investigación, progreso,… hay muchas razones para explicar que uno quiera pedir lo que le ofrecen.
Y muchas de ellas muy sanas.
Los productos de lujo, en lo que se han convertido los grandes Burdeos, son bienes Veblen. En este tipo de bienes, la ley de la oferta y la demanda… no aplica igual . Cuestión de pendientes.
Por otro lado, esa connotación negativa de la codicia -tan católica- que intentas desmentir aludiendo a su sanidad… no está en mi escrito. Pero ¡no deja de ser codicia!
Un abrazo,
Interesante entrada. Me pregunto qué pasará el día en que estos mercados emergente de nuevos ricos y en donde la cultura de vino es prácticamente nula (muchos vinos estratosféricos en precio s eusan como regalos para impresionar al receptos, según pude ver) por la falta de costumbre y perspectiva histórica cambien su forma de comprar (si es que lo hacen). Ya sé que para entonces muchas arcas bordelesas estarán llenas de yenes, dólares, rublos y demás…pero ¿estarán entonces los mercados más tradicionalistas bordeleses en posición de exigir una bajada de precios? ¿entrarán las bodegas en el juego?
Bueno, esto parte de una premisa que puede que no sea cierta…y es que he supuesto que esos nuevos mercados del Este modifiquen sus hábitos de compra.
Veremos.
Un saludo
Muy claro e interesante el artículo Pisto.
El problema como comentais es la ley de la oferta y la demanda, basada en el sistema capitalista que tenemos, bajo esa premisa no hay nada que objetar.
No me gustan esas formas de vender y creo mas en que una bodega controle todo el proceso hasta el cliente, lo que señalas de las propias importadoras es «la formula». Yo si tuviera algo que produzco yo evidentemente querria vender pero no de cualquier forma, estaría mas preocupado de que otros no se hicieran ricos a mi costa, que de ganar mucho dinero.
Esto me parece el «pan para hoy y hambre para mañana» , que una «élite» se mueva así no debería llevar por delante otras bodegas y formas de hacer las cosas, aunque entiendo que pase, y la manera de contrarrestarlo es intentar hacer «tu mercado» de la manera mas honesta y justa.
Al fin y al cabo, creo que esta crisis mundial es consecuencia directa de «estas formas» de negocio y en nuestras manos tenemos cambiarla.
@Piusto: bueno, ya veo que estoy hablando con el «profesor universitario versado en economía» 😉
–> Gracias por hacerme descubrir el efecto Veblen (http://es.wikipedia.org/wiki/Bien_de_Veblen, http://www.diariodelvino.com/notas4/noticia1531_18ago08.htm
Por otra parte, no entiendo muy bien las alternativas que se proponen a los grandes châteaux: si el mercado dice que hay gente para comprar estas botellas à digamos 2.000 €, que deberían de hacer?
– Venderlas por 1.000 € y dejar que un especulador las revenda por 2.000 €?
– Venderlas ellos mismos por 2.000 €?
Porque está claro que venderselas por 1.000 € unicamente a gente que las vaya a beber y no especular con ellas es imposible.
Por eso @sibaritastur, soy un fervente defensor de la ley de la oferta y de la demanda (lo cual asimilo a liberalismo) y a la vez un anti-capitalista convicto. O por lo menos de los conceptos que tengo de cada una de estas 2 cosas 😀
M’explico: apoyo perfectamente que un productor venda su producto al mejor precio (haciendo abstración de otros factores diferenciales) pero no que un intermedio que aporta poco o ningun valor añadido (a.k.a. especulador) haga lo mismo.
Creo que apuntas algunos de las ideas que yo trataba de transmitir en el post y que podemos sintetizar en:
1) Existe un segmento de consumidores que valoran una botella de Lafite et al como un bien de lujo puro y que están dispuestos a pagar 2000 euros por ella.
2) Existiendo ese segmento… alguien les va a vender el vino. Quién se lleva el margen… el Chateau o un enésimo intermediario, no lo sé.
3) Probablemente los Chateaux se han cansado de que sean otros los que se llevan la parte del león.
Sin embargo, también creo que
a) Los Chateaux están intentando forzar la consideración de los vinos como productos puros de lujo restringiendo la oferta con tranches minúsculas.
b) No creo que exista un mercado para 200.000 botellas a 2.000 euros, pero los Chateaux han decidido que es más rentable vender 20.000 botellas a 1000 euros y guardarse 180.000 en los calados que poner las 200.000 en el mercado de un golpe y permitir que la oferta y demanda se igualen en Precio=200 euros.
Por lo expuesto en a) y b), opino que los Chateaux intentan proactivamente manipular el mercado y que eso conlleva el abandonamiento consciente de los mercados tradicionales.
Por añadir una nueva perspectiva, el número de octubre de La Revue des Vins de France aborda el tema con una cierta profundidad. El editorial a cargo de Denis Saverot («una treintena de soberbios, inflados de orgullo y con la mejor opinión de si mismos, han perdido toda noción de humildad y mesura»), las cartas al director o un artículo con una cierta profundidad a cargo de Jérome Baudoin (pp. 30-36) titulado «Primeurs 2009: Bordeaux Dérape» (Burdeos derrapa) en el que se minimizan las compras en primeur por parte de los países emergentes citados (no hay cultura de comprar en primeur y pagar por adelantado) y se advierte que el causante de la demanda son los fondos de inversión mayoritariamente británicos, que han encontrado en el vino un activo sobre el que invertir.
Estupendo post. La verdad es que hay poco que añadir a los comentarios que habéis hecho, por mi parte, el miedo que tengo es que esta filosofía se traslade poco a poco a otras bodegas y nos encontremos con que, en unos años, beber un burdeos de gama media o media/alta se convierta en algo prohibitivo..
Angel,
mucho me temo que, en menor medida, el resto de los Chateaux se han subido al carro. Como digo en el post original…. los tiempos en los que comprábamos Leoville Barton a 40 euros (como el estupendo 2001) en El Club del Gourmet… no parece que vayan a volver.
Anecdóticamente, tengo un Carruades de Lafite 2000 que me costó 35 euros y que, según Wine Searcher tiene un precio de mercado cercano a los 200.
O un Lynch-Bages que compré en Francia hace unos años por 31€.
@pisto (09.10.10 @ 15:23)
Sobre los 3 primeros puntos, hay acuerdo total.
Y por supuesto que los Châteaux intentan alcanzar la consideración de su vino como producto de lujo y que eso no se hace sin un salto en los precios. El «título» de producto de lujo significa alcanzar un nivel en el que uno está por encima de la añada y la nota Parker. Un nivel en el que la calidad es consecuencia del precio y no lo contrario.
Eso hace que no crea en la manipulación de mercado que presentas: lo de las primeras tranches reducidas o muy reducidas ha sido de siempre ya que sirven para tantear el mercado. Hay que recordar además que el precio es más barato en 1º tranche que en 2º y así hasta la 5º.
También cuenta el porqué de los primeurs: sirven para dar liquidez mientras la cosecha se cria en las barricas porque algunos no pueden estar 2 años (3 desde que se empezó a trabajar el viñedo) esperando a cobrar el fruto de su trabajo. Y los grandes Châteaux no son necesitados de liquídez: que sea por su extraordinaria situación financiera o el 2005 aún reciente, tienen la espalda muy sólida.
Hasta tal punto que siguen participando a los primeurs más por marketing que por otra cosa, y lo hacen de manera cada vez más soberbia negandose a participar a las degustaciones colectivas de su D.O. o del Sindicato de los Grandes Pagos y oblígando a los periodistas acreditados a desplazarse a su bodega. En realidad, prefieren cargar con su cosecha unos años más y vender las botellas ya no a 2.000 € como ahora sino a 4.000 € como saben que acabarán costando.
Por supuesto que les dan a las espalda al mercado tradicional, pero lo hacen por inercia: es que ya hace bastante tiempo que Lafite Rothschild por ejemplo ha dejado de ser un vino que se bebe por ser una botella/etiqueta que se revende y, en el mejor de los casos, se enseña en la mesa de una cena de negocios.
A Denis Saverot y la RVF en particular, y a los vendedores de panfletos en general, les conviene hacerse los ofuscados ya que su mercado no es el de los consumidores de vinos de 1.000 €. Evidentemente, soy el primero al que se le puede reprochar lo contrario afirmando que «me conviene defender esta subidad de precios», así que abandono esta vía argumentativa 😀
Vayamos por otro camino: leía hace poco al respeto de la telebasura que el redactor del artículo no entendía por qué, si al que se emborracha de más se le llama alcoholico, es a la cadena que hace telebasura a quien se le echa la culpa y no al que la consume.
Por los precios, lo mismo: es culpable el que compra, no el que vende. Dicho de otra manera: La libertad de vender al precio que uno quiere termina donde empieza la de no comprar. Por mucho que Denis Savedrot y media blogosfera se haga la ofendida con los precios actuales de los grandes vinos, quizás convendría darse cuenta de que mientras tanto, otros compran y bien contentos.
Al fin yal cabo, en lugar de suspirar por los precios a los que comprabamos las cosas antes -y hago esta opinión extensible a muchas cosas, no sólo el vino-, quizás deberíamos de alegrarnos por los precios a los que no tenemos que comprar ahora en comparación a lo que tocará dentro de unos años. Por no hablar de la inmensa cantidad de otros vinos de excelente RCP de medio mundo -y Burdeos más aún- que tenemos como alternativa.
Y last but not least: Jamás beber un vino (venga de donde venga, Burdeos inc.) de calidad media alta será un placer prohibitivo. Sí lo es y lo seguirá siendo uno de etiqueta media/alta.
Hablando de manipulación del mercado: ha habido subastas en Hong Kong la semana pasada.
Dos cajas de Lafite 2009 se han adjudicado a 43.000 libras cada una, lo cual no sólo es ridículo (dado que el vino está ampliamente disponible a precios en torno a la cuarta parte de esa cifra), sino que pone de manifiesto que, o bien los adinerados asiáticos disfrutan dilapidando su dinero o que la manipulación del mercado continua. Qué mejor manera de decirle al mercado la gran oportunidad de inversión que supone Lafite que dándole publicidad a los precios de las subastas.
Sobre todo cuando se sabe que las botellas provienen del propio Château…
Cositas interesantes en http://wine-life.co.uk/news-review/wine-speculation-and-how-to-change-it aunque su «how to change it» no llega ni a utopia.
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