La familia Saenz de Samaniego logró, allá por 1998, que uno de sus vinos (el Ostatu Crianza 1996) se convirtiera en el vino de moda, el que no faltaba ni en las bodas de postín ni en las últimas páginas de los suplementos dominicales de diarios de información y general y hasta en la edición de los sábados de la prensa salmón.
El Ostatu crianza sigue siendo uno de los crianzas más representativos de Rioja que mantiene la calidad año tras año y que no se ha subido al carro de los precios astronómicos.
Sin embargo, el vino del que quería hablar hoy es el más modesto de la gama. Un vino joven de Rioja elaborado por el método tradicional de maceración carbónica (en que los racimos se introducen enteros en lagares de cemento y la fermentación alcohólica sucede dentro de las propias uvas, produciendo vinos de carácter eminentemente floral y frutal.
La creencia popular es que estos vinos de maceración carbónica, por su carácter de vinos jóvenes, deben consumirse rápido. «En el año». Pues bien, cuando la materia prima con la que se trabaja procede de cepas de más de treinta años de edad, se realizan las labores de la tierra pensando en la calidad y no en la cantidad y se trata de intervenir lo menos posible en la vinificación, surgen vinos como este Ostatu Maceración Carbónica que está mucho mejor en el segundo año que en el primero. Ahora mismo estoy dando cuenta de una caja de la añada 2004 (cuando la 2005 está llegando al mercado) y creo que al vino le quedan un par de años de evolución positiva. Hagan la prueba y guarden (en buenas condiciones, por favor), unas botellas de este magnífico vino que está disponible en Lavinia. El vino pierde esa exhuberancia propia de la adolescencia y va adquiriendo matices elegantes, sutiles, de finura… y sin necesidad del aporte de la madera.
pisto
Tomo nota. A mí los maceración carbónica me pirran. Me parecen vinos deliciosos y muy singulares. Hay uno del Bierzo, el Prada a Tope, que es delicioso y muy cuidada su imagen.
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