Las sensaciones se agolpan cuando uno visita Eataly, el impresionante megacomplejo turinés dedicado a la gastronomía. En principio la idea es fantástica, reunir toda la variedad gastronómica italiana en un solo recinto, en la vieja fábrica de Carpano, justo enfrente del Lingotto, la antigua fábrica de Fiat donde se celebra el imprescindible Salone del Gusto. Aquí, el empresario Oscar Farinetti ha creado un auténtico templo de la gastronomía, con productos artesanos comprados directamente a los productores, con espacios temáticos cada uno con su correspondiente bar en el que se elaboran estos productos de forma sencilla pero eficiente para poder degustarlos. Todo ello impregnado de la aureola de autenticidad progresista que le confiere la asociación con Slow Food.
Por si esto fuera poco, cuentan además con un programa educacional, cenas con grandes chefs, encuentros con productores, degustaciones…
El pero es que, una vez dentro y tras superar el deslumbramiento inicial, las sensaciones son contradictorias. ¿Cómo se puede predicar por la biodiversidad, el apoyo a los pequeños productores artesanos y a la vez tener una superestructura más próxima a un parque temático o un Ikea que a un auténtico mercadillo artesano? ¿Hasta qué punto es todo un mega negocio – los precios no son nada asequibles- más próximo a los Harrod’s Food Halls que a un selecto mercado de barrio? De hecho, muchos productores se sienten incapaces de poder suministra en las condiciones que piden sus propietarios, máxime cuando ahora planean abrir sucursales en Milán, Nueva York, Tokio…
Con una bodega impresionante, uno de los mejores restaurantes de cocina de terruño de Turín, y selección impecable de productos de toda Italia, lo único que podemos recomendaros es que vayáis y toméis vuestras propias conclusiones.
Nopisto
Pues una pena, ya que se convierte en un negocio mas que bajo el amparo de lo artesano tienen la excusa perfecta para darle caña a los precios. Aun así debe de ser muy interesante, aunque sin conocerlo me quedo con La Boquería.
Pues impresiona el sitio. Anotado queda que no sabía ni que existía. Pero hasta que vaya allí …
Y Turín, ¿merece la pena?.
Pues Turín está bien, pero tampoco es la releche. En cambio, la zona de Alba y las Langas, apenas treinta kilómetros de Turín,es acojonante, ya iré contando mis andanzas por la tierra del Barolo.
Hombre, entiendo que a nivel estético sea chocante. Pero claro, no deja de ser un negocio. Tal y como lo describes se me da un aire a los Whole Food Markets norteamericanos, que aunque no dejan de ser supermercados pijos, ya me gustaría disponer de ellos aquí, por la variedad y callidad de lo que ofrecen.
Igual es que nos pasamos buscando el bueno, bonito y barato 😉
¿Habeis probado las Pringles de pato a la pequinesa con aroma de salsa Hoi Sin?
Pues no las he probado, pero es que a las pringles les tengo un poco de manía. Exceso de glutamato para mi gusto.
Alvaro, puede que tengas razón, son solo unas reflexiones en voz alta nada más ver un gigantesco Club del Gourmet.
Es curioso cómo nos condiciona el entorno. Si somos nosotros quienes damos con ese productor artesanal de queso (es un decir), y nos lo cobra a 35 euros el kilo, nos quedamos de lo más contento.
Si vamos a una feria o mercado rural donde todo está improvisado y da la sensación de rústico, pagamos el queso a 35 euros el kilo y nos quedamos de lo más contento.
Si, por el contrario, alguien se gasta una pasta en montar un tinglado como es debido y nos vende ese mismo queso a 50 euros, decimos que parece industrial, que no tiene encanto, etc.
Al final, ¿creeis que el artesano que vende el queso al pie de la cueva no lo hace por el mero negocio? ¿Cuando ese artesano se va un domingo de cada mes a uno de los pueblos circundantes con su caseta a cuesta, no es mero negocio? Al final, siempre es mero negocio. Todos lo hacen para vivir, aunque sea a diferente escala.
Puede que tengas razón, pero lo que a mi me desconcierta, que no es una crítica, sino un comentario, es que montas un centro fantástico, con unas instalaciones impresionante y , en principio, el mejor producto de toda Italia. Obviamente a precios en consonancia… Hasta aquí todo perfecto. Pero como esto queda un poco pretencioso, te montas una historia en la que dices que todo lo haces como forma de apoyo a los pequeños productores artesanos, a un estilo de vida tradicional y antiglobalizador. Pero luego hablas con alguno de los productores artesanos que le han suministrado y te cuentan que han dejado de hacerlo porque no pueden mantener la calidad con los ritmos de profducción que impone un tinglado como este.
Y encima ahora se plantea exportar el concepto, una idéa estupenda y ojalá pongan uno en España, pero eso mismo es incompatible con las producciones pequeñas y artesanas que comentamos y que dán el marchamo de autenticidad a sitios como este.
nopisto, en ningún caso quería que mi comentario pareciera una crítica, era una simple reflexión.
Una pregunta: los productos que se venden en Eataly, ¿llevan la marca de Eataly? ¿la marca del artesano?
pisto
La del artesano.
Si hay una nación que ha sabido promocionar su gastronomía tradicional esa es Italia. Su inmigracion, repartida por los cinco continentes, ha hecho que pasta y pizza sean un patrimonio de la humanidad. Producto de calidad y elaboraciones sencillas y ubícuas son el secreto de la popularidad de la cocina italiana. Nada de la pomposidad clásica francesa, sino cocina de campesino. Asociado a ello, hay un comercio mundial de productos como el aceite o el tomate el conserva que tienen un mercado indisputable. Así que estas iniciativas no son mas que el colorario de una tradición comercial de largo recorrido. La garantía de origen de los productos y su calidad son la única salvaguarda para que estas iniciativas no se tornen fraudulentas y los italianos saben que en ello les va el negocio. Asi que nada que objetar a grandes superficies dedicadas a la gastronomía, aunque me temo que dadas las circunstancias en los mercados, los negocios de producto de alta gama y mucho valor añadido pasan por una situación anticíclica. El ordinario de los mortales tendrá que conformarse por algún tiempo con las artificialmente umami pringles en sus humildes festines.
yo,que vivo en Turìn, tuve las mismas sensaciones en Eataly la primera vez y pensè que era mejor encontrar los productores en su habitat y el contacto directo con quien te puede contar lo que hace.
Despuès de màs de un agno de actividad he debido admitir que tiene muchìsimo èxito, que muchas cosas solo las puedes encontrar allì y que la calidad de l fresco es insuperable en Turìn. Ademàs es un generador de degustaciones, cenas a tena, cursos etc… un modelo ùnico en el mundo.
Sobre Turìn, la puedo comparar con Zaragoza. No es comparable turìsticamente con las Venecia, Roma, Florencia… pero para vivir està bastante bien; grande pero no enorme, còmoda, central en Europa y una onehourtown (a una hora del mar, de la costa azul, de los Alpes, los lagos, de Milàn… y de la zona de las langas, que habràs descubierto de una belleza comparable a la Toscana y que con un nivel enogastronòmico increible).
Tuve esa misma sensación de contraste chocante al visitar la Universidad de las Ciencias Gastronómicas de Slow Food Movement en Pollenzo. Tenía a Slow food por una organización muy capilar y de «estructura ligera», y encontrarme aquel macrocomplejo me sorprendió.
Saludos.