El despertador sonó bastante intempestivo a las siete y media. Tras un paso ordenado por el túnel de lavado del tugurio, bajamos a desayunar. Allí ya nos esperaba Martine, dando buena cuenta de su desayuno. Afortunadamente, nuestra intérprete nos sirvió de ayuda y nos permitió dedicarnos a lo nuestro mientras ella le daba palique a la dueña de la casa, empeñada en confirmarnos cuánto tendríamos que pagarle por el hospedaje, aunque aún nos quedaban dos noches allí. Nos dio la impresión, eso sí, que le caíamos tan bien como ella a nosotros.
Solventado el trámite, nos ponemos en marcha hacia Cos d’Estournel, a donde se llega continuando la carretera que, desde Pauillac, pasa por delante de Lafite Rothschild y se dirige a Saint Estephe. Cos d’Estournel está pegado a Lafite y sus fincas están separadas tan sólo por un riachuelo que desemboca unos metros más abajo, en el estuario del Gironda. Se trata de uno de los chateaux probablemente más peculiares en cuanto a su diseño, con una clara influencia oriental en su arquitectura. Uno de sus propietarios mantuvo una cierta relación con los territorios de la India en la época supongo que colonial británica, y eso se traduce claramente en los rasgos arquitectónicos. El segundo vino de la propiedad se llama, como es bien conocido, Les Pagodes de Cos d’Estournel.
A las nueve de la mañana de un día de invierno soleado, la luz es fantástica en Saint Estephe, así que aprovechamos para hacernos unas fotos delante de la fachada principal y debajo del arco que franquea dicho acceso principal, justo antes de acceder, código en mano, por una entrada menos majestuosa con interfono incluido.
Dos leones de clara inspiración hindú nos flanquearon la entrada a un patio totalmente rellenado con grijo, con las diferentes naves de elaboración alrededor. Nos dirigimos hacia la única puerta con pinta de oficina y allí nos espera nuestra guía, una mujer encogida por el frío que, tras una cordial bienvenida nos dio un breve paseo por una especie de museo para guajes que tienen allí montado, con vitrinas en las que hay representaciones en forma de planos de la propiedad, y maquetas realizadas con maderas talladas del tamaño de los Clicks de Famobil. Muy interesante, pero a estas alturas ya el tema de los museos lo teníamos bastante superado.
Nos lleva de vuelta por el patio hacia la entrada principal, en la que curiosamente ondeaba la bandera española junto a la francesa y la europea y accedemos por la puerta original del Chateau, que resulta ser de madera maciza traída especialmente por el Sr. Estournel, llena de arabescos. Llamativo el contraste entre el diseño hindú del chateau y la puerta de clara influencia árabe.
Pasamos a la zona de elaboración, con depósitos de cemento para la maceración la fermentación y luego a la sala de barricas. No nos entretenemos demasiado en ambas zonas y nos vamos rápidamente hacia la sala de catas, tan distinta de las que habíamos visto el día anterior. En este caso, se trata de una sala de catas que parece un laboratorio de un centro de salud infantil de los años setenta, con sus azulejos blancos pintados en azul. Nada más entrar, a más de uno se le pusieron los huevos de corbata pensando que tocaba vacunación, y que nuestra anfitriona iba a volver de la sala adjunta no con botellas de vino sino con unas agujas hipodérmicas del calibre nueve.
Afortunadamente, no fue así, y volvió con dos botellas de vino:
Cos d’Estournel 1998: Picota de capa media alta, ribete sin variación. Nariz inicial con aroma animal, profundo, agitando salen notas de fruta roja madura (no sobremadura), un toque de piedra caliente y un deje vegetal. En boca es de cuerpo medio, con taninos dulces y un poco astringente, final largo y especiado, en conjunto el vino peca de rústico.
Les Pagodes de Cos d’Estournel 1997: Rojo cereza de capa media y ribete teja. A copa parada da pimiento macerado en alcohol, se abre a vainillas y cueros. En boca es de taninos suaves, cuerpo medio, buena acidez, ligeramente amargoso. Es evidentemente más agresivo que el 1998. En general, deslabazado y agresivo.
Tras una breve pasada por la cava de botellas antiguas, terminamos la visita un poco decepcionados por el carácter rústico de los vinos de Cos d’Estournel (nada que ver con aquél magnífico 1986 que nos habíamos tomado no demasiado tiempo atrás) nos dirigimos hacia nuestro siguiente destino, para lo que tuvimos que volver a cruzar Pauillac.
INDICE DE CAPITULOS:
Capítulo 1: El viaje
Capítulo 2: Lafite Rothschild
Capítulo 3: Chateau Latour
Capítulo 4: Mouton Rothschild
Capítulo 5: Cos d’Estournel
Capítulo 6: Leoville Barton
Capítulo 7: Chateau Margaux
Capítulo 8: Chateau Cheval Blanc
Capítulo 9: La Conseillante
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Por casualidad e encontrado este articulo, y me ha traido muchos recuerdos. La bandera Espanola normalmente ondea todo el ano en D’Estournel porque cada septiembre llegan unos 80 espanoles desde Alcala la Real y alrrededores para vendimiar, yo estube 6 anos, y tengo recuerdos muy bonitos, un par de anos, por desgracia solo, el ultimo dia, en la fiesta conocida como «arremate», nos ofrecieron unos vinos estupendos. Espero un dia llevar a mis hijos para que vean los paisajes que lo rodean.
Un cordial saludo.
Laura.
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